Según estudios realizados en el seno de la OMS (Organización Mundial de la Salud) en 2014, la sedentarización sería la cuarta causa de muerte a nivel mundial por la correlación con la aparición de enfermedades relacionadas con la obesidad, la diabetes, los trastornos cardiovasculares, etc. Además, es indiscutible que hoy en día realizamos menos actividad física que las generaciones anteriores.
Aunque no es estrictamente un problema de «transporte», el sedentarismo se ha vinculado no sólo a la disminución del uso de medios de transporte activos (bicicleta, a pie y en transporte público), sino también al aumento de la urbanización que desalienta la participación en la actividad física debido a factores intrínsecos como la inseguridad, el tráfico de alta densidad, la baja calidad del aire, la contaminación y la falta de zonas verdes, parques e instalaciones deportivas y recreativas (véase la «Estrategia Mundial sobre Régimen Alimentario, Actividad Física y Salud de la OMS, 2018»).
Todo ello se ve agravado por el comportamiento sedentario en las actividades profesionales y domésticas, ligado al desarrollo tecnológico.Este grave problema, que afecta e involucra a cientos de millones de personas en todo el mundo, no podía dejar de determinar -por parte de entidades públicas y privadas- la aplicación de políticas sinérgicas para promover la movilidad activa y el ejercicio físico, por lo que el estilo de vida sedentario se ha convertido en un gran desafío para los individuos y los Estados. En las últimas décadas, la UE ha seguido sensibilizando sobre la importancia de la actividad física para la salud sin parar, financiando sus iniciativas en toda Europa a través de PACTA, el Programa de la Comisión Europea de Proyectos de la Sociedad Civil y las Ciudades Activas
Otras iniciativas se implementan a diario en este sentido en casi todas partes, pero todas ellas forman parte de la llamada «Carta de Toronto», es decir, el documento elaborado en mayo de 2010 en Canadá por un grupo de científicos y expertos de la Global Advocacy for Physical Activity (GAPA), que desde entonces se ha propuesto como texto de referencia en todo el mundo para la promoción de la actividad física y el disfrute de los numerosos beneficios y ventajas que ésta conlleva.
En cuanto a las herramientas utilizadas en la lucha contra el sedentarismo, existe una fuerte evidencia empírica en la literatura (también confirmada por la investigación de la OMS en 2018) de que el ciclismo contribuye a mejorar la salud física de los ciudadanos y permite reducir la mortalidad por causas previsibles (según Kelly, 2014 si se pedalea al menos 2.5 horas semanales, según Andersen 2000, si se pedalea al menos 3 horas semanales), así como para mejorar las funciones cognitivas en sujetos más adultos (según Bauman, 2017, si este tipo de actividad se realiza para lo que en 2010 la OMS identificó como al menos suficiente para adultos, o para al menos 150 minutos de actividad física intensa por semana).

Hay que añadir que los estudios de Hendrikson, 2000 y Ried-Larson, 2015, en cambio, hacen hincapié en los efectos de la prevención de las enfermedades crónicas y la reducción de la contaminación atmosférica y del ruido, que puede lograrse mediante el uso sistemático de la bicicleta.No cabe duda, por lo tanto, de que un cambio modal hacia la bicicleta puede mejorar la salud al reducir la inactividad física de las personas que pedalean, y también puede producir remedios para los malos hábitos diarios (como llevar el coche incluso para viajes muy pequeños), a través de enfoques integrados que implican aspectos sociales, culturales y medioambientales.
Dicho esto, no podemos dejar de observar que desde el punto de vista energético, la bicicleta es el medio de transporte más eficiente jamás inventado por el hombre (hace sólo 200 años). Y que son necesarias infraestructuras modernas y adecuadas (carriles bici, aparcamientos, ciclovías, etc.) para fomentar y fomentar la posesión y uso de este medio de transporte.Por lo demás, todos sabemos que la bicicleta reduce el estrés, es terapéutica para la mente y el espíritu, es divertida y puede hacerte feliz, y mejora la autoestima del usuario/ciclista, lo que te permite apreciar mejor los matices del entorno natural y construido que la rodea.
En resumen, la bicicleta es buena para la salud: además, es una actividad apta para personas de todas las edades, desde niños cuyo desarrollo armonioso favorece, hasta personas mayores, cuya autonomía funcional protege, ayudándoles a prevenir las enfermedades del envejecimiento.
Y en cualquier caso, la lucha contra el sedentarismo se hace mejor con la movilidad de la bicicleta!