GREEN NEW DEAL, el «plan verde» de la Comisión Europea. Se planean 1.000 mil millones en 10 años (y otros 100 mil millones en 7 años) para luchar contra el cambio climático.

El 14 de enero de 2020 fue presentado en Estrasburgo por la Presidenta de la Comisión Europea, la Sra. Ursula von der Leyen, el New Green Deal, o «Acuerdo Verde» para la sostenibilidad, un plan ambicioso, desgraciadamente destinado a costar mucho dinero (260.000 millones de euros al año para los objetivos ya fijados).

El objetivo declarado es «convertir a Europa en el primer continente con clima neutro para 2050, estimulando la economía, mejorando la salud y la calidad de vida de las personas, cuidando de ellas y mejorando el medio ambiente», como informó la propia Comisión en la reunión de prensa. En resumen, se hará un esfuerzo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 40% en un plazo de 10 años para disminuir las temperaturas medias en 1,5 grados centígrados (niveles de 1990) y para proceder a la eliminación progresiva de todos los combustibles fósiles (incluidos el petróleo y el gas) con un calendario y unas medidas claras.

Dos son los elementos básicos de este «proyecto»:

  • Una inversión masiva de recursos que alcanzará los 1.000.000 de millones en 10 años (que se tomarán de las cuotas del presupuesto de la UE de 503.000 millones de euros, de las inversiones públicas y privadas (programa InvestEU), y de los préstamos del B.E.I.
  • El «Mecanismo de transición justa», que asigna 100.000 millones en 7 años, destinado a apoyar a los países europeos (especialmente los países de Europa oriental) cuya economía depende más de las industrias y centrales eléctricas con una elevada tasa de emisiones de gases de efecto invernadero (carbón y gas) y que, por lo tanto, serán los que más sufran la transición a la esperada neutralidad del carbón.

Estas cifras son considerables pero ciertamente insuficientes (como admite la propia Comisión), y nadie oculta el hecho de que será muy difícil ponerse de acuerdo sobre la economía y la forma en que muchos países producen y consumen. Sin embargo, esto implicará profundos cambios en la sociedad y en nuestra forma de vida.

El «plan» está muy articulado, los campos de intervención son numerosos y difíciles de resumir en unas pocas líneas. Entre las más importantes se encuentran la descarbonización de las industrias de alta emisión (no sólo las minas de lignito y carbón), y las medidas fiscales para el transporte marítimo y aéreo y el uso frecuente de las autopistas. Se habla seriamente de «reciclaje» y «economía circular», se condenan los plaguicidas en la agricultura y los antibióticos en la ganadería intensiva y se introducen normas más estrictas de calidad del aire, de conformidad con las recomendaciones de la OMS. En cuanto a la deforestación, la atención se centra más bien en la recuperación de los ecosistemas naturales como parte de la Estrategia sobre la Diversidad Biológica.

El próximo mes de marzo, la Comisión presentará la piedra angular del «plan» a los Estados: «La legislación sobre la reducción de las emisiones.» Ya hemos dicho que será difícil conseguir que todos se sumen y el resultado final puede diferir significativamente de las propuestas de hoy. En ese caso, nuestros lectores serán actualizados rápidamente por este blog.